Era el 14 de febrero de 2016,
vísperas de la cincuentena
de la desaparición física de
Camilo Torres Restrepo.
En el costado del río Mapocho
(el mismo que arrastró
tantos muertos para el
traidor golpe militar de pinochet)
en el Parque Mapocho Poniente,
se escuchó al promediar la tarde:
Con voz fuerte y emocionada:
¡El pueblo chileno rinde homenaje a Camilo Torres!
Y luego una voz femenina:
¡Santiago Poniente rinde homenaje a Camilo Torres!
Se iniciaba así un homenaje popular
a un héroe de la Patria Grande.
Camilo miraba,
había mucho verde,
como en sus montañas.
Recordó lo que le había dicho un camarada:
¡No hay nada más hermoso que ver
la aurora en las montañas!
y vaya que si,
que eso le gustaba.
Un joven cantaba,
(aunque debo decirlo:
no muy bien),
pero al padre Camilo
no le importaba.
Rodeado de lienzos y pancartas,
de alegría y emociones contenidas,
diarios murales y papelógrafos,
con olor a tomate y a pollo asado,
pendones y fotografías,
con jugo de melón y piña
afiches y recortes,
con una animita que recordaba
una compañera caída
(explosionada por manos asesinas).
Pero igual había algarabía,
decenas de personas en el acto,
cientos de personas pasando,
ya habían vuelto los piquetes,
de panfletear y perifonear
en las ferias cercanas.
Ya las brigadas muralistas,
el día anterior,
habían dejado la presencia
de Camilo Torres,
en diversas murallas
de poblaciones de la zona.
¡Era una verdadera fiesta popular!
¡Y Camilo era el homenajeado!
Y esto tenía lugar
en el extremo sudoccidental
de Abya-Yala (la Patria Grande),
conocida en tiempos remotos
como Chili.
Y en algún momento se dijo:
¡No es cierto que te hayas muerto, Camilo!
¡Lo cierto es que sigues vivo, Camilo!
En el homenaje a Camilo Torres se oyó:
¡No es cierto que te hayas muerto, Camilo!
¡Lo cierto es que sigues vivo, Camilo!
Me gustaMe gusta